El concreto armado ha enriquecido la perspectiva de la arquitectura contemporánea, su gran capacidad de moldearse lo ha convertido en un material ideal para proyectar dimensiones y sensaciones espaciales.
Es un ideal a la hora de texturizar o crear formas más orgánicas en infraestructuras. Su inicio se limitó a dar soporte o refuerzo, pero actualmente se ha reinventando su capacidad dando un impacto mayor en el resultado final de una construcción.
Un reto cautivante para la ingeniería estructural al trabajar un material concebido como rígido, que ahora se adapta a las necesidades de edificaciones más bioclimáticas al momento de resaltar iluminación natural o artificial. Elementos de soporte como columnas, torres o vigas son nuevos acentos dominantes, puntos de fuga desde donde parten intenciones más profundas de un edificio.
Desde el análisis técnico; el calcular de manera más eficiente sus resistencias y compresiones es una tendencia. Además, que conserven las cualidades de sismo resistencia, niveles de permeabilidad o desastres naturales.
Lograr ese cometido también requiere de toda una asesoría que evalúe su exposición a la abrasión, su resistencia a la intemperie, las temperaturas o bioclimas en las cuales se prepara la mezcla o se mantiene como elemento final. Por ejemplo, se sabe que el concreto puede aportar mayor frescura por su inercia térmica lo cual le vuelve un elemento amigable en diseños que buscan maximizar el uso de componentes naturales para la identidad del espacio.
Su utilización sostenida ha demostrado la virtud del trabajo conjunto entre la planificación de técnicas estructurales de expertos en el área y el resultado final de una propuesta arquitectónica completa, donde se vuelve tangible que elementos considerados rudimentarios, hoy bien utilizados y con los parámetros correctos pueden aportar vivacidad en sitios como bodegas industriales con recepción de clientes hasta áreas sociales como lobbies.
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